miércoles, 25 de febrero de 2015

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-¿Y tú? ¿Qué hace una niña tan buena muriéndose de esa forma?- preguntó señalando aquel cigarro que tenía entre mis delicados dedos.-¿A caso no ves que eso es una forma de morir muy ridícula? 

-Yo suelo llamar ridícula a mi vida.- dije dando otra calada más grande.

-¿Por qué te matas así?

-No quiero vivir, simplemente pido a gritos morir pero no soy oída por nadie. Parece que el cigarro es la única forma de acabar con todo esto.

-¿Acabar? ¿Por qué no seguir?

¿Y por qué seguir? Pregunté entonces, pero no hubo una respuesta, no hubo nada. Todo se dijo con el silencio y las miradas. Entonces cogió el cigarro de entre mis delicados dedos y dijo 'si vamos a morir, que sea juntas' 

La vida es demasiado dura y yo ya he aguantado demasiado. Demasiadas caídas y demasiadas pocas manos que me ayudasen a levantarme. Demasiados arañazos y demasiadas pocas personas que estuviesen ahí. Solo pedía que me salvasen, que juntasen todos estos trocitos rotos que tengo, que me pegasen con el pegamento más barato o con el más caro pero que no me dejasen que me hiciese añicos. Pedía a gritos ser rescatada de esta mierda, que me ayudasen y que creyesen en mi pero sin embargo nadie lo hizo. Me dejaron de lado como al vagabundo que encuentras por en medio de la calle pidiendo limosna. Me abandonaron por lo que hasta yo acabé haciéndolo también.
Tuve un vicio, una ganas de morir se les puede llamar también, encontré a un amigo que no me abandonaba, que estaba siempre ahí cuando me sentía nerviosa o necesitada y que, por suerte o por desgracia, quitaba un día de mi desastrosa vida. Y entonces lo coloqué sobre mis labios, acerqué aquella llama y le concedí el poder de matarme.

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