miércoles, 29 de abril de 2015

Mi vida, complicada, jodida pero mi vida.

Yo era la típica chica gorda pero segura de sí misma, confiaba en ella y se quería. Era la típica chica con seis, siete años que quería a su vida más que a nada, quería crecer y hacer cosas de adultos, quería disfrutar de la vida y sonreír, vivir, gritar, llorar de la risa y jamás estar mal. Todo era bonito pero nunca nadie se podría imaginar que aquella chica tan positiva y tan encantadora lloraba por las noches, detestaba su vida, no quería vivir y rezaba todas las noches para que se muriese lo antes posible. Recuerdo las palabras que decía: ''por favor abuelo, llévame allí arriba contigo, no quiero estar aquí abajo, déjame ir contigo.''
No era feliz, solo lo aparentaba y ¿sabéis lo que más me sorprendo de mi misma? Esa manera tan peculiar de fingir que todo iba bien cuando, en cambio, no iba nada bien. Todo era un caos, un desastre y tenía más problemas que cualquier otro adolescente. Tenía seis años, siete o como mucho ocho y ya quería morir.
Empezó todo con un gorda, me empezaron a marginar porque no era como todas aquellas personas, delgadas, altas, guapas... Me detestaban y lo peor era que yo también lo hacía, me detestaba a mi misma, no me soportaba y acabé creyendo todo aquellos insultos. Los insultos aumentaron con el paso del tiempo y ya no eran tres personas, ahora eran mis propias amigas que se reían de mi situación física. Me dejaban de lado, me abandonaban y se reían de mí. Todo lo que hacía era motivo de risa para los demás. Me encerré en mi misma, de tal manera que mis problemas solo eran míos, nadie más sabia nada. Solo yo y mi mente. Seguía aumentando el tiempo pero los insultos no acababan y yo estaba desesperada, ¿cuánto más tendré que encerrarme en mi cuarto para llorar? ¿cuántas veces más le tendré que pedir a mi abuelo que me lleve con él a donde quiera que esté?
Por un tiempo en mi vida se me cruzó por la mente que el problema era yo, era todo mi culpa por no ser como los demás, por no ser delgada y guapa, por no destacar en nada, por un momento pensé que toda la culpa era mía, todo lo que me pasaba y todo por lo que sufría era mi única culpa. Y dejé de comer, no podía tragar, no quería comer y no quería engordar más. ¿Quién pensaría que una chica de ocho años podía ir al psicólogo porque dejó de comer? Con suerte me recuperé con el tiempo pero los insultos seguían a pesar de haber adelgazado tantísimo. Volví a engordar. Volvieron con más carga los insultos y yo no sabía donde meterme.
Perdí la confianza en mi misma, no me quería en absoluto, quería morir, sentía vergüenza de salir a la calle y me daba cosa salir a la calle con cualquier persona, pero no por ellos sino por mí. Porque los vieran con alguien como yo. Me odiaba y no podía verme en el espejo. ¿Mis amigas? Eran unas falsas todas pues a la espalda me ponían a parir y a la cara me decían lo bonita que era y lo mucho que me querían. Todo continuaba igual hasta que con catorce años destapé toda esa rabia que tenía conmigo. Hice cosas para aliviar el dolor interno, para sentirme un poco más. Dejé la comida a un lado, no quería probar bocado pero aún así lo hacía pero no como antes ¿entendéis? Me consumía a ejercicio, a base de agua me alimentaba a veces y algunas comidas me las saltaba. Cortaba mis piernas y mis brazos, no quería existir, vomitaba, le pegaba a la pared y lloraba. Adelgacé veinte kilos en un año, wow ¿no? Y sigo consumida, sigo mal, no estoy bien del todo, a veces me paro a pensar y me entran ganas de tirar la toalla, los insultos no acaban y son años de sufrimiento sin yo hacer nada, no hice nada ¿por qué yo tengo que pagar la rabia de los demás? Sigo culpándome a mí misma de todo lo que he hecho y me han hecho, sigo viéndome culpable de todo aquello, parece que nunca estaré contenta y ellos nunca estarán contentos conmigo.
Todos andan orgullosos de mí, dicen ¿cómo has sido capaz? ¡estás mucho más guapa! pero no saben que yo ahora no los quiero, no quiero sus buenos comentarios, sus sonrisas, sus buenas caras hacia mí, ahora no los quiero.

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